01 abril 2009

pensamiento creativo

Estoy leyendo ahora el libro de Eduardo Punset "El viaje al amor, las nuevas claves científicas", y he encontrado un apartado que, como arquitecto -creativo-, me ha resultado muy interesante. Lo pongo aquí, espero con permiso de su autor...

"El enamorado no es un pensador creativo

Se está a punto de comprobar un hallazgo que dará respuesta a una de las preguntas que nos hemos formulado repetidamente sin dar con la respuesta. Aun aceptando que no hay un solo cerebro idéntico a otro, ¿por qué descuella uno en particular como más creativo? ¿Cuáles son los factores de la creatividad?

Dejemos los genios y la genialidad para otra ocasión. Olvidemos también ahora las razones -mucho más familiares, desde luego- de la torpeza. Lo que hemos querido saber sin éxito desde hace mucho tiempo es por qué, sencillamente, hay personas que son más creativas que otras. Está claro que hace falta un cierto nivel de inteligencia por debajo del cual es muy difícil la creatividad. Pero también está demostrado que siendo un factor necesario no es suficiente. Vayamos por aproximaciones.

La primera pasa por el descubrimiento de hace ya algunos años -mencionado en el capítulo 3- del neurólogo Simon Baron-Cohen, que no se relacionó entonces con el nivel de creatividad, sino con las diferencias de sexo. Los hombres eran, en promedio, más sitematizadores y las mujeres más empatizadoras; es decir, el sexo femenino nace con una mayor facilidad para ponerse en el lugar de otro y el masculino para lidiar con sistemas de la meteorología, la caza o las máquinas.

Recientemente se ha querido aplicar esta diferenciación a los científicos y a los artistas por separado y se ha comprobado que los científicos son más sistematizadores y los artistas más empatizadores. Hasta aquí todo es normal y explicable. Un artista como Picasso se relacionaba con el resto de los organismos vivos y predecibles mientras que Newton lo hacía con la naturaleza inerte. El primero intentaba comunicar su visión a los demás mediante su pintura y el otro buscar la razón de los sistemas.

La novedad radica en que se está comprobando que el porcentaje de creativos en el mundo del arte es mayor que en la comunidad científica. ¿Por qué? La respuesta tiene que ver con unos circuitos cerebrales que el neurólogo inglés Mark Lythgoe llama inhibidores latentes. Cuando se activan esos circuitos tendemos a filtrar y hasta eliminar toda la información o ruido ajenos a la tarea que se está ejecutando: leer un libro en un tren de cercanías abarrotado de gente, bajar el correo electrónico, escalar una montaña o hacer el amor. ESos inhibidores latentes han permitido focalizar la atención en una tarea en detrimento de lo aparentemente irrelevante, garantizando con ello la supervivencia de una persona o una idea en un momento dado.

Son unos circuitos cerebrales fabulosos para sobrevivir pero -y éste es el nuevo y sorprendente hallazgo- incompatibles con el pensamiento creativo. los artistas son, en promedio, más creativos que los científicos, simplemente porque no les funcionan bien los inhibidores latentes. En lugar de concentrarse en el objeto de su investigación, sabiendo cada vez más de menos hasta saberlo todo de nada -como decía Karl Marx de los monetaristas-, los artistas mantienen la mente abierta al vendaval de ideas, consistentes las unas y enloquecidas otras, que les llegan del mundo exterior. No logran focalizar toda su atención en un solo tema, como hacen los científicos.

Ahora resulta que el pensamiento creativo necesita de este vendaval. Es muy fácil leer un libro en el tren cuando los inhibidores latentes funcionan bien. Todo lo que no conviene o es irrelevante no hace mella; ni el ruido ni el pensamiento de los demás. Pero con este tipo de inhibidores es sumamente difícil ser creativo. La creatividad requiere una apertura constante de espíritu y confianza en las ideas y opiniones de los demás, de todo lo que flota alrededor, que difícilmente puede darse cuando los inhibidores no tienen imperfecciones flagrantes. Sólo cuando fallan se puede ser creativo.

En la persona enamorada -obcecada en el ser amado-, el mecanismo de sus inhibidores latentes parece funcionar a la perfección. Son herméticos. Aíslan hasta tal punto del mundo exterior la atención del sujeto que nada puede interferir con la devoción al ser imaginado. De ahí a deducir que el enamoramiento no es la condición óptima para el pensamiento creativo no hay más que un paso; un paso que la historia de los grandes amores tendería a probar.

Mi consejo no es tanto esforzarse en ser creativos -se podrá o no incidir en nuestra estructura cerebral-, como en saber distinguir entre el pensamiento creativo y el que no lo es en los demás. Desconfiemos o seamos compasivos, según los casos, de todos aquellos que, como los enamorados, atraviesan un periodo en que funcionan perfectamente los mecanismos de inhibidores latentes neurológicos. Y confiemos en aquellos cuyos defectos les permiten atender a los sentimientos de los otros, intereses diversos, realidades, quimeras; así como desatender -por lo menos durante un rato- lo que es fruto exclusivo de las ambiciones o ideas de uno mismo."

¿Podemos, como arquitectos, tener una estructura cerebral puramente creativa? En ocasiones hace falta ser sistemáticos para resolver problemas técnicos... ¿Podemos, pensando en un ideal, ser una especie de esquizofrénicos de estructura de pensamiento, de manera que activamos y desctivamos los inhibidores latentes según lo que estemos haciendo? ¿se puede aprender ese aspecto? Yo creo que debemos serlo, y de hecho a veces tenemos que ponernos a CREAR, y otras veces a resolver cuestiones que poco tienen que ver con la creatividad, sino con el conocimiento técnico. ¿Cuánto de compatible es? ¿Estamos destinados a eliminar los aspectos técnicos de nuestro trabajo en pro de la creatividad? ¿Cuál es el equilibrio?

Muchas cosas se me plantean en este texto (sin entrar a las posibilidades del enamoramiento vs profesión creativa), muchas preguntas que me quedan, de momento, sin respuesta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Realmente interesante. Un nuevo enfoque no libre de controversia pero con muchas luces. Mi gran duda: ¿creativ@ o enamorad@?