30 diciembre 2008

conversar y su arquitectura

Encontré en el libro de Wagensberg El Gozo Intelectual dos capítulos en los que introduce temas arquitectónicos en relación a la conversación, que es de lo que trata el libro. Aquí los cito:

Extracto del libro El Gozo Intelectual:
Son dos de los artículos que incluye en libro en su segunda parte "la práctica", y que aprovechando este post, vuelvo a recomendar.

59.Verse las caras.
Ir a favor del conocimiento es ir a favor de la conversación. Y la conversación ocurre en un espacio, un espacio que conciben arquitectos y diseñadores. Puede hacerse una estimación de la salud cognitiva de una población con sólo echar un vistazo a sus espacios de encuentro.

Una sala de cine es como debe ser. Todo el mundo lo sabe: en ella, uno intenta olvidarse de sí mismo para para así mejor meterse en la película. La disposición de los asientos es como debe ser: nadie ve la cara de nadie, pero todos ven la pantalla que cuelga por encima del patio de butacas. La pantalla es una ventana por donde se espía un mundo prescrito que nos hace reír o llorar, pero en el que ya no se puede intervenir (...). Inversamente, la película se desenrosca insensible a las emociones que puedan suscitarse allí abajo en la sala. Ahora, si sustituimos la pantalla por un orador, tenemos una pésima sala de conferencias. Todo el mundo lo sabe: el ordador, además de saber más, habla desde las alturas. El espectador de la primera fila evita pedir la palabra para salvarse de cien pares de ojos clavados en su nuca, y lo mismo hace el de la última fila, temeroso de que la audiencia en pleno retuerza el pezcuezo 180 grados para sancionar su osadía con una mirada descreída.
Una sala para explicar anatomía es como debe ser. Todo el mundo lo sabe: los asistentes ocupan el interior de una superficie cónica desde donde todos se ven las caras y desde donde se domina la evidencia, el cuerpo que disecciona el maestro, en el vértice inferior. El sabio mira hacia arriba, la audiencia hacia abajo. La diferencia de altura compensa la diferencia de autoridad. El que habla tiene en la expresión del rostro ajeno el reflejo instantáneo de sus palabras, una recompensa que anima a pedir la palabra, aunque sólo sea para ponerla a prueba. Ahora sí, el aula de anatomía es una espléndida sala de conferencias. Todo el mundo lo sabe.
Todo el mundo lo sabe: las salas de conferencias suelen ser casi siempre salas tipo sala de cine. Y nadie sabe bien por qué.


60.Potencias de diez.
Ir a favor del conocimiento es ir a favor de la conversación. Y la conversación ocurre en un espacio, un espacio que la organización de la convivencia humana se regala a sí misma en ciudades, barrios y pueblos. Puede hacerse una estimación de la salud cognitiva de una población con sólo echar un vistazo a la dimensión de sus espacios de encuentro.

Uno: la reflexión. Es la mínima expresión de la conversación: uno consigo mismo. La reflexión fomenta la independencia del individuo frente a la incertidumbre. La ciudad está llena de lugares en los que cabe una sola persona en paz.
Dos: la conversación. Uno habla después de escuchar mientras el otro escucha antes de hablar. No es difícil encontrar espacios idóneos para dos personas en una ciudad. La conversación fomenta la reflexión.
Unos diez: la tertulia. Participan los que pueden sentarse juntos en otrno a una mesa, contemplar juntos una exposición, o pasear juntos como maestro y discípulos. Bares y restaurantes pueden alojar bien una tertulia. La tertulia fomenta la conversación.
Unos cien: la conferencia. Se reúnen en un aula o en una sala para escuchar a unos oradores lejanos pero aún presentes. Tras la ponencia, cualquiera puede tomar la palabra en iniciar un amago de conversación. En algunos hoteles, escuelas, cines, teatros o bibliotecas se pueden consvocar este tipo de charlas. La conferencia fomenta la tertulia.
Unos mil: la ceremonia. Acuden para asistir a discursos y espectáculos. Grandes pantallas sustitutyen a las antiguas máscaras para magnificar la expresión de un rostro imperceptible. Imposible conversar, pero se puede aplaudir o abuchear. Sólo los templos o espacios al aire libre sirven para acoger ceremonias. Nunca me he sentido empujado por una ceremonia hacia algo que acabe en reflexión.
Las decenas de miles (el gran mitin), los centenares de miles (el gran espectáculo) y los millones (la gran manifestación) se concentran, previa identificación colectiva, para felicitarse por su propia enormidad. Para ello sirven las grandes instalaciones deportivas o los grandes espacios públicos. Ya son, más bien, para dormir la reflexión..."

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