28 octubre 2008

el gozo intelectural


Jorge Wagensberg es doctor en Física, investigador y divulgador de ciencia, exdirector de Cosmocaixa, Premio Nacional de Pensamiento y Cultura Científicos de Cataluña, y un largo etcétera.

En este libro habla sobre el hecho del camino al saber, de la obtención de conocimiento que deriva en lo que él define gozo intelectual. Dice cosas como "Un buen todo no es la suma simple de sus partes. El concepto de innovación quizás exista por esa razón. El todo sólo es la suma de sus partes cuando éstas no interaccionan entre sí. La interacción entre partes, en cambio, puede dar nuevos todos". Aún no me lo he terminado, pero ya lo recomiendo y escribo aquí un extracto que me ha gustado especialmente:


"II. Sobre lo común y lo diverso. Si la realidad tiene cierto interés es porque en todo conjunto arbitrario de cosas resulta que no todo es común ni todo es diverso." -quizá me guste porque es, en cierta medida, un canto al color grís de la vida-

"10. El mundo es inteligible porque no puede haber más árboles que ramas.

Del título de este texto se convence uno en poco más de cien palabras. La frase oscila entre dos afirmaciones extremas: todas las ramas son de un mismo árbol (frondosidad máxima) y todas las ramas son de árboles distintos (frondosidad mínima) Apuremos la metáfora, la estructura de la inteligibilidad del mundo oscila entre los mismos extremos: todas las ramas son de un mismo tronco (la inteligibilidad es máxima) y todas las ramas son tronco ellas mismas (el mundo es ininteligible). O sea, dada una realidad con un número n de objetos reales hay un alto número de maneras según el cual aquélla es inteligible y sólo una manera según la cual no lo es. Luego, en ausencia de ulterior información, cuanto más vasta sea una realidad, menos probable es que sea ininteligible.

Sean dos objetos (o dos fenómenos) de este mundo. Demostrar que son iguales es una tarea infinita porque infinita es la proeza de comparar infinitos pares de detalles con infinita precisión. Se diría que una cosa sólo es idéntica a sí misma. En cambio, para demostrar que dos cosas son distintas, basta tropezarse con la primera diferencia. La diferencia es una realidad precisa, nítida, definitiva y fiable. Lo común, en cambio, es una abstracción aproximada, difusa, provisional y dudosa. La diferencia salta a la vista. Lo común hay que buscarlo bajo las diferencias. La situación opuesta (diferencia oculta bajo semejanza aparente) es tan rara en la naturaleza que incluso tiene nombre: el mimetismo. Es, por ejemplo, cuando una mariposa inofensiva se disfraza de avispa para engañar a sus depredadores.
Sin embargo, para sobrevivir en la incertidumbre, la información que alude a una diferencia es mucho menos útil que la que alude a una semejanza. Buscar lo diferente es observar; buscar lo común es comprender. Encontrar detalles diferentes es reunir datos, encontrar esencias comunes es crear conocimiento. Buscar diferencias ocultas entre dos dibujos aparentemente idénticos es, como mucho, un juego de observación. En cambio, comparar el dibujo de un toro con el de un ratón en busca de una esencia compartida (animal, vertebrado, cuadrúpedo, mamífero...) es, como mínimo, un ejercicio de comprensión.
Pensemos ahora en el conjunto de todo lo que existe. Comparemos todas las cosas entre sí (¡!) y dibujemos mentalmente el gran mapa universal de lo común y de lo diverso. En ciencia este mapa tiene nombre: es la inteligibilidad del mundo. La metáfora trae consigo una buena pregunta: ¿cómo es ese mapa?, es decir, ¿cuál es la estructura de la inteligibilidad del mundo?.
Imaginemos los objetos (y fenómenos) reales como las pautas últimas de las últimas ramas de unos árboles. Cada diferencia obliga a la bifurcación de una rama. Cada esencia común significa que, en algún lugar, existe una rama compartida. Un ratón y un toro están en las puntas de unas ramitas que se reunen en algún punto de la rama de los mamíferos, la cual a su vez, procede de la bifurcación de los cuadrúpedos cuya otra rama derivó, digamos, hacia los reptiles. La caída de un meteorito, los saltos de una pulga y la turbulencia en una cascada son fenómenos con una misma rama ancestral llamada mecánica newtoniana, su íntima y fundamental inteligibilidad. En esta metáfora de metáfora, la inteligibilidad del universo es un bosque de árboles cuyos troncos son los conocimientos más fundamentales, no reductibles a nada ulterior más profundo y donde cada rama comprende a sus ramas hijas hasta una maraña de yemas que soportan cada detalle de la realidad entera. ¿Cuántos árboles tiene la inteligibilidad del mundo? Ciertos paisajes de la realidad tienden a comprimirse hasta un solo árbol de un solo tronco, como la física que sigue soñando con la llamada teoría del todo. Todos los seres vivos se basan en el mismo código genético y descienden, parece, de un remoto ancestro común. Los idiomas se agrupan en muy pocas familias. Los alfabetos (que no las escrituras) derivan todos de uno solo, el alfabeto protosinaítico...
Podría ser de otro modo, pero no lo es: en la inteligibilidad del mundo en el que vivimos hay más ramas que árboles. Lo extraordinario sería que fuera de otro modo, que la inteligibilidad del mundo en el que vivimos fuera un extraño bosque de árboles sin ramas. El conocimiento como un bosque de árboles es, creo, más que una metáfora. Cuando hay pocos árboles con muchas ramas, el mundo está regulado por un puñado de leyes y los objetos y fenómenos se dejan clasificar. En cambio, cuando hay muchos árboles con pocas ramas, entonces hay poco que comprender. Entiendo la perplejidad de Einstein cada vez que experimentaba un gozo intelectual por comprender algo nuevo de la naturaleza, y quizá fuera eso lo que un día le hizo exclamar algo así como: Lo más incomprensible del mundo es que el mundo sea comprensible. Hoy considero esta frase como una exclamación de júbilo por comprender, un aforismo de brillante sonoridad, pero falso. La verdad es que he contribuido a divulgar esta frase. Lo que ahora siento no es arrepentimiento, pero creo que hay que interpretarla como la manifestación de un estado de ánimo maravillado por comprender, no como una afirmación filosófica. Un mundo ininteligible sería un mundo cuyas realidades no comparten nada de sus respectivas historias, un mundo en el que nada tiene que ver con nada, un mundo sin evolución, sin tiempo, un mundo sin conocimiento, un mundo en el que nada hay para la comprensión sino, en todo caso, para la creencia."

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