03 junio 2006

Orgullo

Creo que necesitamos cosas de las que sentirnos orgullosos. Si no, la satisfacción de lo conseguido es, si la hay, efímera. Cuando obtienes una nota del trabajo realizado que es positiva y suficiente para seguir adelante, pero sabes que es escasa para tus posibilidades, que no está acorde con lo que eres capaz de lograr, no es motivo de orgullo y por tanto, tampoco de alegría. Como mucho, indiferencia.
Pero tampoco se puede pretender obtener el resultado del que te sentirías orgulloso si realmente no lo has trabajado y eres, a priori o posteriori, consciente de ello. En este caso, la decepción es peor, porque no solo es el resultado, un momento en el tiempo, de lo que no te sientes orgulloso, sino de todo el proceso, un tiempo mucho más dilatado. En definitiva, es la sensación de haber estado haciendo lo que no debía durante un largo tiempo. Errar en el método, en la forma, en el fondo. La situación sirve al menos para tomar conciencia, primer paso para cambiarlo, primer camino hacia el orgullo personal.

En cambio, cuando algo se ha trabajado duramente, se ha puesto ganas y tiempo, cuerpo y mente, se consiguen resultados acordes a ello, es el caso de gente que me rodea y por la que siento verdadero orgullo.

Felicidades a quienes lo han hecho y se lo han merecido. ¡Feliz verano!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues puedes empezar a sentirte orgulloso desde ya mismo. Te has dado cuenta de que algo fallaba y vas a hacer por cambiarlo, cuando lo más sencillo sería resiganrse con el propio comportamiento y mirar hacia otro lado, "yo es que soy así". Enfrentarse a las partes poco agradables de uno mismo no es fácil, y tu has tomado la determinación de acabar con ellas. Ya tienes mucho hecho.

Roberto